Aterrizando proyectos digitales: conversación de ascensor

El tiempo nos está demostrando que un aspecto clave a la hora de construir un proyecto digital es tener clara la esencia del negocio y lo que queremos conseguir. Parece obvio, pero muchas veces no se tiene claro, o no se ha pensado suficientemente. O no se le da la importancia que realmente tiene, al menos en España.

Esto, los americanos de éxito lo llevan en la sangre: Google, Flickr, Facebook… he oído explicar a sus fundadores lo que son sus empresas con sólo una frase. Brutal. Necesario.

Por ello, cuando arrancamos un trabajo, nos gusta aplicar un método para definir de una forma clara, entendible y muy breve cuál es la naturaleza del proyecto. Lo llamamos la conversación de ascensor. También se suele utilizar su equivalente en inglés: elevator pitch. Puede que para algunos tenga más glamour. Si es así, adelante, para gustos los colores.

En definitiva, tenemos que ser capaces de contar a nuestra vecinita, de forma atractiva y breve, nuestro negocio mientras compartimos el ascensor. Y tiene que ser muy breve, porque no vivimos ni en Nueva York ni en Dubai.

Recientemente, uno de nuestros clientes, después de las primeras dos sesiones de trabajo me preguntaba algo alterado:

¿Y para qué cojones trabajo este tema con la gente de Biko si yo tengo clarísimo qué es lo que quiero hacer? Ni que fuerais una sociedad de capital riesgo (sic).

Aquí van las claves de mi respuesta:

Pues porque igual no está tan claro.

Nosotros creemos que es muy importante que lo esté. Y no es que nos consideremos más listos que el resto para lograrlo. Simplemente queremos asegurarnos. Y tenemos un método para ayudar a conseguirlo. Resulta crítico identificar lo verdaderamente importante y poder centrar el tiempo y el dinero de nuestros clientes en ello.

Para que de ahí nos salgan las historias en las que estructuramos un proyecto, que no es simplemente identificar la funcionalidad sino entender bien qué es lo que queremos que la gente pueda hacer con nuestra web o nuestra aplicación.

Si no tenemos clara la esencia del producto, todo este proceso se vuelve complejo y desconcertante.

Y si hacemos esta reflexión pero luego la perdemos de vista no servirá de mucho, el proyecto mutará pero es posible que no sepamos con seguridad hacia dónde.

Si perdemos el rumbo construiremos una aplicación o web técnicamente correcta, incluso brillante, pero que no sirva para lo que realmente pensamos que tiene que servir. Lo secundario primará sobre la esencia y de pronto tendremos un gran lío.

Alguien puede pensar, bueno Biko… ¿y qué? Es un problema del cliente. Tú has hecho bien el trabajo, que te paguen y punto. Puede que sí, pero ésta es una mirada cortoplacista.

Personalmente me gusta tener buenos clientes, empresas y personas a las que les va muy bien en sus negocios. Su éxito es mi éxito, su prestigio es el mío, su continuidad es la mía.

Así que a veces nos ponemos un poco pesados. El cliente piensa que lo hacemos para evitar desviaciones en el proyecto, reducir el alcance… No lo niego, estas son cuestiones importantes para una empresa de servicios como la nuestra. Pero por encima de ellas hay un aspecto cultural de la compañía, que es intentar plantear lo mejor posible para el producto teniendo muy en cuenta el coste y el tiempo disponible.

Y no lo vamos a ocultar, a veces será no acometer un desarrollo complejo. Con ello evitamos desviaciones, pero también cargar sobre el proyecto sobrecostes en funcionalidad cuyo interés para el mercado plantea grandes dudas y que puedan convertirse en una trampa para nuestros clientes.

Mejor invertir el tiempo y el dinero en las cuestiones clave.

Para ello es necesario que tengamos muy clara la esencia del proyecto. Qué mejor que comenzar resumiéndola en esa conversación de ascensor.