A finales de noviembre estuve de nuevo en el Hub Madrid con los amigos de The App Date. Os podría decir que todo fue un sueño.
Me senté en un cómodo sofá rojo y después de que el equipo de The Slunchies nos contara en qué consiste su videojuego y la comunidad de desarrollo de videojuegos que han promovido gamedev.es, empezamos a hablar de sueños, de lo real y lo irreal…
De la app Shadow, una app para que la ciencia conozca mejor al ser humano a través del sueño, y para conocernos mejor a nosotros mismos, porque el subconsciente no miente.
Es un despertador al que nada más levantarnos le contamos lo que hemos soñado. Luego elegimos si, de manera anónima, lo compartimos con la «comunidad de soñadores» (qué bien suena eso) y es con esos datos con los que los científicos estudian tendencias generales, si a los individuos les influye más su genética en el subconsciente o la cultura del lugar en el que viven, etc… Vamos, ¡que conocerán como se despertará el mundo cada día en cada parte del mundo! Dichosos ellos… lo bien que nos vendría a algunos esta información antes de lanzarnos a las calles.
Y luego seguimos soñando, con la presentación de remotte, el único mando a distancia de las Google glass, made in Extremadura.
En la sala había 7 Google glasses. ¡De las menos de 20 que hay en España! Así que ¿cuál fue mi objetivo? Probarme unas a toda costa. ¡Y lo conseguí! Siiiií
Me acerqué a un chico muy simpático de la empresa mundoglass.es, empresa también nacional que desarrolla Apps sólo para Google Glass, y no sólo me dejó probarme las que él llevaba, además me explicó cómo funcionaban. Me recomendó cambiar esos ojos virolos que había puesto en un principio y dejar de poner pose de «mira cielos» (vamos, que menos mal que las glass las llevaba yo, y no él para sacarme esa foto que hubiera arruinado mi pobre reputación).
¡Qué maravilla! No paro de pensar en ellas desde el lunes. Qué ligereza (pesan unos 8 gramos), qué fáciles de manejar (pequeños golpes y desplazamientos por la patilla derecha, órdenes de voz que incluso traducen lo que dices, mandan mensajes…), qué cómodas (las llevas pero no te das cuenta hasta que las activas) y de repente, imprescindibles.
Cogí luego mi smartphone, y qué pesado, qué pereza tener que cogerlo con las manos, tener que ir por la calle con cascos para no terminar con tortícolis.
Nosotros que nos creemos que estamos en la era «mobile», ilusos… esto es una revolución que en un titá estará ya en nuestras calles. ¡¡¡Bieeennn!!!
Y para daros envidia, ahí dejo mi foto con ellas puestas, ¡son tan bonitas!