Para una startup que negocia la entrada de inversores financieros, pasar de una idea de negocio y un plan bien elaborado, a contar con un producto o servicio online con el mayor número de funcionalidades posibles supone un escenario muy distinto de valoración y dilución. Sin duda alguna.
Pero también puede ser una estrategia de captación de financiación muy peligrosa. ¿Por qué? Aquí van algunas pistas basadas en historias reales.
Pero la situación se complica más todavía porque no tiene muy claro por qué no se cumplen y durante todos estos meses de trabajo en vez de dedicar tiempo y dinero a aprender de los usuarios lo ha empleado en construir un producto sofisticado.
Después de un periodo de tensión, comienza a sacar algunas conclusiones, pero entra en una fase de precariedad porque no tiene recursos para poder pivotar o perseverar en aquellas certezas que va descubriendo.
Todo ello le lleva a enfrentarse con los posibles inversores en un contexto de debilidad y con un gran sentido de urgencia que le lleva a plantearse cerrar cualquier trato para poder seguir adelante.
Muy duro, sin duda alguna.
¿Evitable? Creo que sí. ¿Cómo?
Dedicando una parte muy significativa de su tiempo y presupuesto (¿la mitad es demasiado?) a aprender las claves de su negocio y con esta información enfocar nuevas iteraciones. De esta forma sale antes al mercado y conoce mejor al cliente al que se dirige. También le permite rectificar si no acierta con su enfoque o mejorar allá donde vea que está acertando.
El producto no será tan completo pero dará información valiosa para afinar la propuesta de valor al máximo. ¿Garantiza dar con las claves del negocio y cumplir objetivos? No, pero puede acercarle.
Lo que sí que es seguro es que el conocimiento adquirido le preparará mucho mejor para negociar con posibles inversores y convencerles de que ha recorrido un camino que le permitirá invertir su dinero con mucho más criterio.