A diferencia de muchos emprendedores del sector digital cuando cuentan su historia, al explicar la mía no suelo recurrir a los lugares comunes del estilo: “tenía claro que quería montar mi negocio desde pequeño”. O, “lo mío eran los ordenadores y la programación”. Sobre todo porque no es cierto. En mi caso, incluso cuando avanzaba con mis estudios universitarios, nunca pensé que pudiera convertirme en un emprendedor, y menos en un empresario.
Algunos ya lo sabéis. Me licencié en periodismo. Incluso os sonreís cuando lo comento, de forma muy similar a como lo hacen mis hijos, que me dicen: “papá, así no tuviste que estudiar mucho”. No sabía nada de informática o tecnología, de hecho no me gustaba especialmente. En todos mis estudios di solo una asignatura relacionada con la empresa. Apenas sabía lo que era un balance.
Nada de lo que había aprendido durante esos primeros años de formación aparentemente me preparaba para lo que la vida me tenía reservado. El tiempo demostraría que estaba equivocado.
Creé mi primera empresa en 1995 junto con dos amigos, cuando todavía me faltaban un puñado de asignaturas por completar la carrera. Tenía 23 años. Previamente había rechazado una interesante oferta de trabajo para hacer proyectos de consultoría y viajar por el mundo entero, en un momento en el que en España no había trabajo, y menos para un periodista. El planeta no era este espacio globalizado que todos conocemos hoy. Mis padres no daban crédito. “Hijo, ¿estás seguro?” Por entonces era poco receptivo a lo que otros me dijesen, muy cabezota. Además, tenía poco que perder.
Los primeros años fueron una travesía por el desierto de un mundo digital que se avecinaba pero al que le costaba despegar. Hasta que después de un periodo de tres o cuatro años las cosas empezaron a funcionar y cogieron ritmo. Eran los tiempos de la burbuja “.com”, que como otras, pronto explotaría.
Para entonces mis socios habían dejado la empresa, manteniendo su participación, pero dedicando su tiempo a otras actividades, y me tocaba caminar más solo, por carreteras desconocidas y mal iluminadas, eso sí, con el apoyo de un pequeño equipo fiel y entusiasta, del que todavía hoy quedan algunas personas, a las que nunca les podré agradecer suficientemente su compromiso.
Fueron años de subidas y bajadas, en medio vivimos una importante crisis. Cuando salíamos a flote creamos Biko, fusionando la empresa que había creado en mis inicios con otra compañía con la que competíamos y que pertenecía a una entidad financiera, la ya desaparecida Caja Navarra. ¡Qué tiempos! Fue un proceso de integración complicadísimo pero exitoso, que nos hizo crecer y alcanzar buenos resultados. De eso hace ya 15 años.
En 2009 llega otra crisis, intensa e interminable. Durante los siguientes años no nos queda más remedio que despedir a una parte importante de nuestro equipo. No somos capaces de controlar la gran inercia negativa alrededor y el tamaño de la empresa se reduce a la mitad. Son los años más duros, más amargos. El mundo se viene abajo y nuestra caída continúa año tras año.
En 2011, pensando que esta situación tan difícil estaba llegando a su fin, compro la participación del banco en Biko. Para ello rehipoteco mi casa y asumo el riesgo de la financiación de la empresa con mi escaso patrimonio personal. Un fallo de cálculo. No tocaremos suelo hasta 2015.
Es curioso, durante este periodo paso por los años más duros de mi vida. Pero también los más hermosos. Aquellos en los que sabes que lo estás dando todo y en los cuales se va a fraguar lo que Biko es hoy en día. El apoyo de mi familia se convierte en esencial. Tengo que dar gracias a mis tres hijos, y especialmente a Ana, mi mujer, mi compañera, la persona más importante de mi vida, un gran soporte siempre, especialmente en esta época. Sin su ayuda, probablemente hubiese mandado todo al demonio.
En esta época hacemos algunas apuestas no ausentes de riesgo, como dar el salto a Perú e intentar crear una Biko allí, en un mercado pujante y optimista, en un contexto muy diferente al que se vivía aquí, rendido a la adversidad. Antes abrimos una oficina en Madrid y ubicamos personas de nuestro equipo en la capital con el objetivo de captar nuevos clientes, en una época en la que apenas había dinero y proyectos.
Durante ese periodo seguimos nuestra apuesta firme por agile y un modelo de empresa diferente, más participativo, construido a partir de nuestros equipos, que nos granjea una importante fama y prestigio entre la comunidad agilista de España, cada vez más grande y activa.
A partir de entonces, algunos pasos muy relevantes. La entrada de Salesland nos da la tranquilidad financiera para poder remontar progresivamente el vuelo de Biko con más seguridad y decisión.
Aparecen los primeros okupas por la oficina con el objetivo de aportar frescura y nuevas ideas, y paso a paso vamos encarando un periodo de crecimiento, con una evolución en el tipo de clientes que tenemos y mayor claridad en nuestra propuesta de valor, cada vez más enfocada y especializada, persiguiendo la excelencia y los resultados en el medio y largo plazo.
Seguimos con nuestros experimentos, con algunos en un proceso claro de maduración. Como Bikolabs, nuestro laboratorio de especulación centrado en analizar el impacto de la inteligencia artificial y de los nuevos interfaces. Evolucionamos nuestra organización creando círculos que se rigen por dinámicas basadas en la Sociocracia 3.0 para atacar cuestiones como nuestra estrategia de marca, la relación con el espacio de trabajo, la mejora continua o el modelo de carrera profesional de nuestros profesionales.
Y hasta hoy mismo, que podemos confirmar sin género de dudas que estamos en uno de nuestros mejor momentos.
Durante todo este tiempo Biko se ha convertido en mi segundo hogar. En nuestro día a día, he sentido casi todo lo que una persona puede experimentar a lo largo de su vida. Orgullo, al ver los logros que hemos conseguido a lo largo de nuestra historia; alegría, al construir grandes amistades que siguen vivas después de tantos años; tristeza, por tener que dejar a un lado a buenas personas; fatiga, al tener que cargar con una mochila con demasiado peso en tiempos donde todo se ponía cuesta arriba; frustración, en épocas en las que lo que intentábamos no terminaba de dar resultado; distanciamiento, como mecanismo de defensa en momentos donde casi todo eran malas noticias; felicidad, por sentir que lo que estamos haciendo era importante para tanta gente.
Ante todo Biko ha sido y es un lugar donde poder construir un vínculo estrecho con personas especiales con ganas de hacer cosas diferentes de forma diferente. Un espacio donde no sólo se trata de cumplir un objetivo sino de trazar un camino por esos lugares que antes mencionaba, desconocidos, poco transitados, deficientemente iluminados. Como dicen por ahí los que saben de esto: la meta es el camino. A lo que yo añadiría, independientemente de que los resultados no acompañen en algunos momentos.
¿Qué es lo que más valoro de todo lo que os he contado? Que, a pesar de haber transcurrido tantos años desde que empezamos, de los cambios profundos que hemos sufrido (organizativos, de clientes, personas, accionistas…) y de las épocas tan diversas que hemos vivido (con subidas, bajadas, crisis…), Biko siempre ha sido reconocible. Desde dentro y desde fuera. Con nuestros aciertos y a pesar de numerosos errores. Creo que hemos intentado ser coherentes siempre y hemos mostrado una manera de hacer empresa muy humana, cercana, comprometida y responsable.
Y aquí es donde vuelvo al principio del post. Sé que una gran parte de los rasgos que identifican a Biko y que acabo de describir no son casuales. Responden a una manera de ver la vida muy personal, que se fragua en esos tiempos de formación de los que os hablaba antes. No me dieron los hard skills que necesitaba pero sí una actitud, una mentalidad y unas capacidades que vertebran la Biko de los inicios y la de hoy.
¿Y qué es lo que viene a continuación? Afortunadamente nos encontramos en un momento dulce. El mercado aprecia tremendamente nuestras capacidades y los clientes quieren vincularse con empresas con nuestros valores, basadas en un compromiso constante y un acompañamiento que dé resultados en el largo plazo. Nos sentimos como pez en el agua y, gracias a ello, sabemos que vamos a poder dar grandes oportunidades a las personas que forman nuestro equipo. Creo que esa es la palanca de nuestro éxito y espero que nos mantenga muy vivos unos cuantos años más. Y sobre todo que nos motive para preservar nuestros valores y nuestra filosofía de trabajo basada en la honestidad, el talento y la responsabilidad.
¡Disfrutemos de ello!
Mentxu Arnedo Rosel dice:
Me alegro que Biko siga siendo un referente dentro de ese torbellino mal llamado «nuevas tecnología».
Yo siempre recordaré con cariño los años vividos dentro de Biko, los inicios siempre son duros en una empresa.
Siempre he sabido que Biko es una empresa de personas que hace cosas para personas.
Espero que cumpláis muchos años más, felicidades a todas y todos, sois un gran equipo.